Teledebate-Mario Rivadulla

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miércoles, noviembre 16, 2005

El tiro rápido/

Lunes 14 de noviembre, 2005

Si alguien todavía duda de que las pandillas de malhechores, principalmente ligadas al comercio de drogas, dominan gran parte de los barrios de la capital, y por extensión de Santiago y otras ciudades importantes del interior, bastarìa con remitirlos a lo que acaba de ocurrir en dos sectores populosos y populares de Santo Domingo.

En Villas Agrícolas, mientras una pequeña multitud de vecinos se disponìa a disfrutar de un evento deportivo, dos sujetos montados en una Yamaha, la emprendieron a tiros a diestra y siniestra, de manera indiscriminada, hiriendo a por lo menos siete personas y originando la consiguiente situación de pánico colectivo. Entre los heridos figuran dos menores de 13 y 15 años, una mujer embarazada y un hombre quien habìa perdido una pierna en un accidente varios años atràs.

Como autores del hecho se señala a elementos vinculados a la banda que acaudillaba Nino Cuboy. Cuboy era aquel capo de la droga en Capotillo ultimado a tiros por el miembro de una banda rival, quien fue llevado al cementerio en un ataùd envuelto nada menos que en la bandera nacional y enterrado con descargas al aire como si se tratase de un grande la patria. Todo esto en presencia de una fuerte escolta policial enviada para vigilar el cortejo y evitar que los secuaces de la vìctima pasaran a males mayores, aunque no para evitar el ultraje a la enseña nacional y la fúnebre balacera.

Los mafiosos estarìan tratando de vengar la muerte de Cuboy, atribuida a Junior Linares, cabecilla de otra pandilla rival, quien resultò con siete impactos de bala y se encuentra en estado delicado en la Plaza de la Salud. Pero el verdadero propósito del atentado, un tanto menos romántico, serìa la disputa que mantienen ambas bandas por el control del punto màs atractivo de venta de drogas situado en una esquina estratégica, a solo medio centenar de metros de la avenida Duarte.

En Guachupita, otro sector caliente, un nuevo encuentro entre bandas rivales produjo un trágico balance de un muerto y tres heridos. Entre èstos figuran un agente policial, una joven de 19 años y una menor de 16. El occiso, Roberto Vinicio Dìaz (Robert), de 32, habrìa sido interceptado al salir de su vivienda por media docena de miembros de la pandilla agresora, los cuales la Policía Nacional identifica bajo los sugestivos apelativos de Kelvin, Papo, Grullòn, Pililo, Iha y Chalo.

Mientras estos acontecimientos estaban ocurriendo, el Jefe de la Policía Nacional informaba la extensión del Plan de Seguridad Democrática, puesto a prueba en Capotillo, a otros 8 barrios de la capital: Las Cañitas, Gualey, Simòn Bolívar, 24 de Abril, 27 de Febrero, Los Guandules, Ensanche Espaillat y la propia Guachupita. Extrañada quedò Villas Agrícolas, que figuraba en una lista inicial de doce vecindarios para la extensión del Plan, que al parecer ha debido recortarse por limitación de recursos. Esas barriadas van a ser patrulladas por 380 agentes policiales.

¿ Què va a ocurrir en esos sectores una vez que la Policía Nacional comience a patrullar sus calles y los rugientes motores de la uniformada trencen las mismas, de un extremo al otro? ¿Emigraràn los delincuentes como hicieron en Capotillo para buscar acomodo en Gualey? ¿Enfrentaràn o burlaràn la vigilancia policial?

La esperanza es que se obtengan los mismos resultados que en Capotillo, escenario diario de muertes violentas, que desde hace màs de dos meses no han vuelto a registrarse en el vecindario. Y en tal caso...¿en què medida podrà continuar expandiéndose el Plan de Seguridad Democrática y por cuànto tiempo mantenerse en vigencia habida cuenta de los recursos materiales, técnicos y humanos que requiere? ¿Le brindarà el gobierno todo el apoyo que requiere?

Es de esperar sea asì, porque insistimos, la seguridad ciudadana es uno de los principales signos visibles que debe proyectar todo Estado organizado. Y como tal, debe ser asumido y mantenido por el gobierno como una de las principales prioridades de su agenda. Para que la gente pueda recuperar su derecho a la convivencia pacìfica, y para que no se vuelva a repertir el penoso, doloroso espectáculo de que ciudadanos exaltados, sintiéndose desprotegidos y librados a su suerte, perdida la razón y el freno, se apliquen justicia por propia mano sobre los delincuentes empleando el método expeditivo del linchamiento con expresiones agravantes de crueldad y sadismo, como ocurriò en dìas pasados mostrando al mundo el rostro de un territorio salvaje habitado por fieras y no por seres humanos.